Son las 4 de la mañana... El subconsciente me despierta, me siento más ligero, algo me falta en la mano... oh no, no tengo el anillo en el dedo. Angustia al máximo nivel, tohirivio, ha tenido que ser thorivio, me levanto y empiezo a buscar, no está por ninguna parte, ni en la encimera donde recordaba haberlo dejado, ni en ninguna mesa, ni en el suelo, ni en ningun rincon thoriviado, ni entre las sábanas. Pánico, ese anillo significa mucho para mi. Compromiso con la mujer de mi vida, el reflejo material de nuestro amor, de nuestro cariño, de nuestra felicidad al estar un frente al otro. Recuerdo de un día, de unos días, de una historia mágica, preciosa, de un paseo por Paris, de unas cervezas en el Senna, de una foto en la que sale la chica mas bonita del mundo. Un anillo que al verlo imagino tus ojos tras el cristal de tus gafas, tu sonrisa con una desperados en tu mano. Es una pérdida muy dura. Habrás más días bonitos, más viajes juntos, más muestras de compromiso, pero ésta, ésta es la primera. La tristeza me invade, objetivamente es un anillo, pero todo lo significa, todo lo que me trae a la memoria tiene un valor incalculable.
Abandono la búsqueda, marcho a trabajar, mi cabeza da vueltas a lo sucedido, pero no me rindo y empiezo a hacer una lista de posibles sitios dónde podia estar.
Vuelvo a casa y lo primero que hago es revisar esos lugares, y en el segundo, allí estaba, debajo de la cama, thorivio o yo, no importa, está alli. Alivio, alegría, gratitud. Lo he encontrado, e instantaneamente através de esa pieza de madera teñida de rojo te puedo sentir, puedo sentir tu sonrisa que me contagia...
Eres mi tesoro. No quiero imaginar si un día te pierdo... No te dejaré ir nunca...
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